Miro la cantidad de personas, programas de estudio y “personal branding” hablando de emprendimiento que no puedo evitar hacer la analogía con la fiebre del running. Al menos en mi país las tendencias son más propensas al esnobismo que al despertar.
Si bien cabría perfectamente comparar el emprendimiento con un maratón, esto no es un deporte de moda.
Más allá de los estudios, tengo cinco años viviéndolo, y les puedo asegurar: no se trata de frases de autor, ni de fotos bonitas, no es una página web, no es deporte… Es entrenamiento, resistencia, creatividad, flexibilidad, y mucha mucha motivación.
Por eso hoy, que veo un montón de gente haciendo marca personal como si se soportara sólo con redes sociales y contenido; personas que buscan repetir casos exitosos; personas que quieren basar su proyecto de vida en intereses de momento, me doy cuenta que esta ola puede ser como la de los matrimonios de los 90, una curva increccento que devino en la ola de divorcios más elevada de la sociedad moderna.
Para emprender hay que hacerlo desde la esencia, el único motor que soporta todos los vientos huracanados de un emprendimiento es la raíz de un sueño auténtico. Así que antes de emprender -o en paralelo- trabajen mucho de autoconocimiento y aceptación. Lo único que sobrevive es lo que somos, aunque en el camino descubramos que somos más de lo que imaginamos.