#SobreSerJefa

 Si hay algo desafiante en esta vida es ser líder. Ese punto casi químico dónde lo humano, lo matemático y lo áurico confluyen.

Todo mundo tiene una percepción súper poderosa del liderazgo. A la palabra “jefa” le proceden una cantidad de arquetipos tan leoninos como supernaturales. Se cree que es la mejor posición, la más favorecida, la más condescendiente. WRONG!!!!!

Ser jefa ha sido uno de los roles más difíciles de mi vida, asumirlo con la responsabilidad de la investidura te hace tener de la noche a la mañana un montón de vidas sobre las cuales influir, a quiénes atender, escuchar, enseñar y comprender.

Para ser jefa hay que construir un equipo –no tener un grupo de personas, no- y eso no es cosa fácil. Un equipo amerita sincronicidad, autoconocimiento, intimidad y límites, esa aleación de fortalezas y debilidades que hay que saber orquestar, pero especialmente que hay que conocer tanto o más que a uno mismo y con la responsabilidad de orientar, proteger.

Como si el equipo fuera poco, lo más irónico es aceptar que una vez hecho el milagro no formas parte de él. Eres su orquestante pero no su protagonista, ni siquiera su participante, eres sólo partícipe. ¿Por qué? Porque eres jefa, y con los buenos jefes hay intimidad pero nadie se involucra.

Ser jefa es una enseñanza maravillosa de desapego, de disolución del ego, de autoestima y autoconfianza, pero sobre todo de autocompañerismo. El respaldo del equipo que formes estará ahí para responder por ti, pero no para responder contigo –por eso eres jefa-, tus respuestas son paraguas llenos de compromisos que sólo tú puedes asumir.

Cuando entendí esto, me di cuenta de por qué son necesarios los socios, porque no importa cuan líder seas, siempre necesitamos un compañero.