Dicen que las discusiones son el reflejo de los complementos, la pizca de sazón, el placer de la reconciliación. Yo no creo que sean una necesidad, pero en todo caso es importante aprender a -o intentar- no convertirlas en armas de destrucción masiva.
Con la querida cruz cardinal creo que nadie se salvó de discusiones con calibre. En todos los ámbitos, en todas las relaciones. Este artículo lo hago inspirada en las discusiones que más reconciliada me han dejado. Y es que ya que parece inevitable, creo que es importante aprender a discutir.